Fausto Taranto: El Reflejo del Espanto

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‘De Espera y De Boca’ encarna a un disco que naufraga en la corriente experimental

El legendario viaje desde el flamenco hacia el metal que Paco Luque emprendió con catorce años invocó a un porvenir redimido de cláusulas estilísticas. Emanado de fuentes puras, el mestizaje del guitarrista ha expandido los límites de las leyes que rigen la música. Tras la decadencia del rock andaluz, las guitarras eléctricas expropiaron los recursos del cante jondo y el compás hasta que, en 1996, Enrique Morente y Lagartija Nick reanudaron la configuración del futuro del arte. Su eterno Omega, fusión de flamenco y thrash metal y de la poesía de Lorca y las partituras de Leonard Cohen contó con el distorsionado testimonio de Luque durante su primera gira (así como en la reedición del álbum en 2008). Desde entonces, el metal abandonaría definitivamente la vía tópica a manos de un músico capaz de construir, a escala compositiva, un espacio inmediatamente identificable en cada una de sus creaciones. Con la publicación de El Círculo Primitivo, el resto de trabajos de Luque casi parecieron concienzudos preparativos para la fundación de Fausto Taranto, lugar idóneo donde el artista, inducido por la fuerza del flamenco, engrandece la técnica y los efectos de su guitarra eléctrica. Sin embargo, los quejíos de Ihmaele de la Torre dispersan los sublimes arreglos proyectados a través de los amplificadores en El Reflejo del Espanto, decálogo que prosigue la tendencia costumbrista en su lírica, pero además escupe rabia contra el sistema con estribillos arriesgadamente recitativos. El rock progresivo ha ocupado, como en los sesenta, un corazón flamenco que Luque siempre esculpió en metal.

Artículo publicado en Revista Rock Estatal Número 33.

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